Existen enfermedades y síntomas rodeados de tal aura de rechazo social que se convierten en una especie de tabú acerca del cual nadie quiere pronunciarse. Entre estas patologías se encuentra la Incontinencia Urinaria. Y sin embargo no se trata de una afección minoritaria: se estima que en España hay hasta dos millones de personas con Incontinencia crónica, cifra que aumenta hasta los seis millones si contamos a todos los que han padecido episodios esporádicos de este problema.

Sin embargo, la inexistencia de una conciencia social en torno a la Incontinencia Urinaria provoca, por un lado, el deseo de ocultarla de quien la padece y, por otro, la incapacidad de los médicos de tratarla adecuadamente ya que existe una enorme resistencia a acudir a ellos por parte de los primeros. Por otro lado, el hecho de tratarse de afecciones “menos graves”, no mortales ni incapacitantes, hace que el entorno del enfermo no valore en su justa medida el impacto que este tipo de sintomatología provoca en quien lo padece.

La Incontinencia Urinaria, sin ser, como queda dicho, incapacitante per se, sí que provoca el rechazo social. Por eso sus pacientes esconden los síntomas, recluyéndose y huyendo de contacto personal, aislándose en un círculo vicioso de difícil ruptura. Esto puede acarrear problemas de tipo psicológico, depresión y malestar, con un notable empeoramiento de la calidad de vida del paciente.

Es labor de todos, empezando por las autoridades competentes, pero pasando también por todos los ciudadanos, el dar visibilidad a un problema que cada año afecta a tantísima gente. No es de recibo que aún haya personas que no quieran acudir en busca de ayuda especializada por pudor, miedo al “qué dirán” o por considerarlo algo “propio de la edad”. Esta actitud, fomentada por todos al continuar ridiculizando e invisibilizando algo que nos puede pasar a cualquiera en cualquier momento de nuestra vida, lo único que consigue es que afecciones que podían ser de fácil tratamiento acabe deviniendo crónicas e intratables. Pero incluso llegando a estos extremos, la ayuda del especialista puede suponer una gran diferencia en cuanto a la calidad de vida.

No podemos consentir que haya tantas mujeres que se sienten solas en este trance. Digámoslo bien alto, ¡estamos con vosotras! ¡Somos vosotras! Entre todas lo conseguiremos.

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