Después de una buena comida, tras una mañana de intenso trabajo o simplemente, a esa hora tonta poco después del almuerzo, todas sentimos esa pequeña ñoñera, esa modorra que nos hace exclamar ¡me echaría ahora una buena siesta!

La siesta, tan típica en nuestra tradición, es algo que por desgracia va desapareciendo. Las prisas, los horarios alterados, la imposibilidad de conciliarla con el quehacer diario, todo ello la han relevado al papel de pequeño placer vacacional o incluso clandestino, pues ¿quién pudiendo no se ha echado una cabezadita en su puesto de trabajo, aprovechando un descuido?

La siesta está presente también en la tradición de muchos otros lugares del mundo, pues no es una costumbre cultural, sino que posee una explicación biológica: durante la digestión, la sangre desciende al estómago, se relaja el resto del organismo provocando esa dulce somnolencia, más intensa cuanto más copiosa haya resultado la comida. Además, aproximadamente ocho horas después de haberse despertado se produce una relajación general del organismo, que de esta manera recupera fuerzas para soportar lo que queda de jornada.

Una siesta ligera, que no dure más de media hora, además de proporcionarnos la energía necesaria para llegar en plena forma hasta la noche, puede mejorar nuestro estado de salud, mejorar la circulación y prevenir el estrés. No es conveniente alargarla más, porque esto alteraría nuestro ciclo de sueño pudiendo provocar insomnio. Además, podríamos entrar en la fase de onda corta del sueño, provocándonos aturdimiento y malestar al despertar. Una siesta larga sólo sería aconsejable si durante la noche hemos dormido mal y necesitamos realmente recuperarnos.

En estos tiempos acelerados y caóticos, tomarse unos minutos cada día para reposar (no es necesario meterte en tu camita para ello), cerrar los ojos y dejar vagar la mente sin rumbo fijo es un lujo al que, en la medida de lo posible, no deberíamos renunciar. Si pudiéramos hacerlo a diario, notaríamos como nuestro humor y nuestra salud lo agradecerían.

Si, por razones laborales o de otra índole, no puedes salvo en fines de semana o vacaciones, ¡disfrútalo! Es de los pocos placeres que permanecen, por ahora, gratuitos. Y si puede ser en compañía, y con un final feliz, ¡mejor que mejor! ¿Verdad?

Fuente| Ciencia 100 – ¿Por qué nos entra sueño después de comer?
Imagen| Bigstockphoto