Saca tu cámara a pasear y ¡dispara!

Desde hace un tiempo es raro que en cada una de mis salidas no lleve una cámara en el bolso, incluso cuando la dejo en casa, sigo tomando fotografías con el teléfono móvil. Lejos de ser una obsesión es un disfrute que me relaja mucho, y que llena, por qué no decirlo, algunos momentos muertos haciéndolos realmente entretenidos.

Sin ir más lejos, ayer tuve que ir a la estación a recoger a mi hijo, que volvía a casa tras unos días de vacaciones. Como iba a ser una salida corta no me llevé la cámara, pero mientras esperaba saqué el teléfono y me entretuve estudiando planos y composiciones. Es increíble la cantidad de tomas que se pueden hacer en un espacio así: escaleras, andenes, gente corriendo, gestos, expresiones… Al final hice un par de fotos que me gustaron mucho, y además pasé un buen rato.
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Regálate un paseo

Ayer me hice el mejor regalo posible. De la manera más inesperada, lo que iba a ser un simple tránsito se convirtió en un paseo grandioso, mecida por un sol enérgico que me descubrió nuevas imágenes de la ciudad. En una pausa merecida, de camino a una cita con una buena amiga, de pronto me di cuenta que siempre iba por el mismo camino, y decidí explorar otra ruta menos habitual, más larga y bella, pausada y sin prisa, concentrada en el paisaje.

La verdad es que últimamente estoy un poco anquilosada, demasiado tiempo sentada ante el ordenador empieza a pasar factura, y las piernas se resisten a grandes esfuerzos. Pero paso a paso me fui sintiendo cada vez más ligera y vital, mirando a un lado y a otro con curiosidad, saludando a las gaviotas que acampaban en la ribera del río, escuchando a los pájaros que cantaban desde los árboles, a cada paso mas ágil.
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