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con incontinencia
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Reeducando el suelo pélvico

La Incontinencia Urinaria se podría definir como la pérdida involuntaria de orina en cualquier momento del día. Es más común en mujeres que en hombres, aunque se puede manifestar en cualquier persona de cualquier edad. Aproximadamente un cuarto de la población padecerá algún episodio de Incontinencia en al menos un momento de su vida.

En concreto las mujeres poseen dos importantes hándicaps relacionados con la Incontinencia, la maternidad y el entorno cultural. La maternidad puede producir un debilitamiento del Suelo Pélvico, con o sin prolapso, que provoque una incapacidad de control de los mecanismos mingitorios. Por otro lado, culturalmente a la mujer se le han puesto más trabas a la hora de acudir al baño, lo cual puede producir una inhibición voluntaria del instinto urinario que devenga en una incapacidad física.

Es por ello que algunos expertos recomiendan comenzar cualquier terapia de rehabilitación del Suelo Pélvico con una reeducación del hábito urinario, poniendo en práctica ciertas pautas de comportamiento, ejercicios y actividades cuyo objetivo sería la normalización de impulso. Una proporción importante de mujeres mejorarían notablemente su calidad de vida simplemente estableciendo nuevos hábitos miccionales más saludables y coherentes con el propio impulso físico.

Así, lo lógico es acudir al baño en el momento en el que se experimenta la necesidad de hacerlo. Esperar constantemente, aguantando el impulso, porque no se está en un sitio conocido, por pudor u otro tipo de inhibiciones sólo lleva a problemas como la cistitis. Frente a un consumo normal de líquidos lo esperable sería una visita al baño cada dos o tres horas, siendo un total de entre cinco y ocho veces al día. Si comprobamos que acudimos con menor frecuencia, deberíamos revisar la cantidad de líquido que ingerimos, por si no estamos tomando la cantidad recomendable (unos dos litros diarios) y examinar si existe algún impedimento psicológico por el cual no mantenemos un ritmo saludable.

Hemos de acostumbrarnos a aceptar que nuestro cuerpo posee una sabiduría que las represiones de tipo cultural (“el baño está sucio”, “mejor espero a casa”, “hay demasiada gente”) no hacen sino enterrar. Escuchemos lo que tiene que decirnos y tratemos de mantenerlo en las mejores condiciones posibles. Al fin y al cabo, será nuestro compañero durante este viaje que es la vida.
Imagen| Bigstockphoto

 

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