A todas nos atrapa en algunos momentos: recuerdos de un pasado que la distancia va cada vez embelleciendo más, embargándonos de sensaciones que creímos perdidas: seguridad, ternura o diversión, emociones que ahora se nos antojan menos puras, intoxicadas de alguna manera por la experiencia y la pérdida de la inocencia. Es la nostalgia, un sentimiento normal y sano pero que en algunas ocasiones puede convertirse en patológico.

La nostalgia se define como el sufrimiento por el deseo de regresar, no necesariamente a un lugar físico, sino más generalmente a un instante de la vida de una. Volver a experimentar algo ya vivido, aquellas primeras emociones que, por el hecho de ser nuevas para nosotras, nos dejaron marcadas convirtiéndonos en lo que poco a poco llegaríamos a ser. Es evidente la imposibilidad de su recuperación, puesto que para ello deberíamos dejar de lado todo lo aprendido: volver a ser nuevas.

Esos primeros recuerdos, esas sensaciones ligadas a nuestra primera juventud, se nos antojan revestidas de todo lo deseable: seguridad, estabilidad, pureza… no hay nada de malo en suspirar de vez en cuando repasando aquellos buenos momentos. El problema aparece cuando este regreso se realiza de manera constante o repetitiva, cuando se idealizan aquellos demonizando los actuales: cuando el pasado se convierte en la única certeza de felicidad mientras el presente se transforma en una desesperanza continua.

Has de saber que te estás engañando. Al idealizar aquel episodio de tu pasado lo dotas de toda la perfección posible, y como no puedes admitir que nada sea mejor que aquello, te niegas a ti misma a ver todo lo bueno que puede estar sucediéndote ahora. No trato de convencerte de que tus recuerdos son falsos, sólo de que tu percepción del presente está distorsionada por esos recuerdos.

Así que, si cada vez que tienes un ratito te dedicas a abrir viejos álbumes de fotos, si tus conversaciones comienzan obsesivamente con un “¿Te acuerdas cuando…?”, si sólo encuentras tranquilidad reviviendo historias ya pasadas o si observas que en esos momentos que tienes para ti sola pasas más tiempo recordando que imaginando el futuro o simplemente fantaseando, es posible que estés empleando esas falseadas instantáneas de un momento anterior para refugiarte de tu presente. Puede que para conservar la ilusión de que aquel fue el mejor tiempo de tu vida o puede que para no tener que tomar una decisión respecto a lo que te está pasando.

En cualquier caso, recuerda que una vida es como una novela: los capítulos centrales no tienen sentido sin los primeros, y no acaba hasta que no se cierra el libro. Así que, en lugar de volver hacia atrás para releer una y otra vez los episodios pasados, ¿Por qué no te esfuerzas en escribir una historia completa?

Imagen| Bigstockphoto