Qué lata ese continuo tapón en la nariz. Si hacemos ejercicio, nos ahogamos. Si queremos aspirar el aroma de las flores, no notamos más allá del ruido de nuestra agónica respiración. Nos presiona dentro de la cabeza, impidiéndonos dormir, ahogándonos o llenando la habitación de ronquidos.

Hace poco, una amiga me recomendó los baños nasales. Desesperada, decidí probar: no tenía nada que perder y estaba realmente hasta las mismas de no poder respirar. Y no puedo decir otra cosa: estoy encantada. Lo he incluido ya en mi rutina diaria y, poco a poco, estoy experimentando una mejoría que no había conocido antes.

En ciertas culturas, la limpieza con agua salada de los senos nasales es algo habitual y cotidiano, como para nosotras el cepillado de dientes. Se trata de una costumbre saludable y muy beneficiosa, como estoy comprobando últimamente.

La técnica es muy sencilla: se trata de introducir agua templada salada en cada una de las fosas nasales de manera alternativa, y luego soplar fuerte. Ahora no tanto, pero al principio, la cantidad de porquería que lograba arrastrar era algo increíble.

Puedes hacerlo reteniendo el agua en el cuenco de las manos e introduciendo la nariz en ella para aspirarla o puedes emplear una perilla para facilitar la labor. Yo he acabado comprando lo que llaman una neti, que viene a ser una especie de tetera pequeñita, de porcelana, adaptada para esta tarea.

Es muy sencilla de usar: se introduce el “pitorro” por una de las fosas mientras mantenemos la cabeza ladeada y dejamos fluir el agua salada, mejor si está templada, con la que la hemos llenado. El agua penetra en la nariz por la fosa y sale por la otra. ¡Mejor si lo hacemos sobre el lavabo! Luego procedemos igual pero al revés: inclinamos la cabeza hacia el otro lado e introducimos el “pitorro” por la segunda fosa para que el agua fluya saliendo por la primera.

Después hay que soplar bien para eliminar todo resto y secarnos.  ¡Y ya está! La sensación es fantástica, de pureza, muy relajante… ¡y puedo respirar! Esto hay que mantenerlo como una costumbre diaria y, os lo aseguro, ¡el resultado es fantástico!

En un mundo como el actual en el que la química parece prometernos la solución a todos los problemas, tal vez deberíamos mirar a los remedios tradicionales. Porque, en muchos de los casos, funcionan.

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