El Suelo Pélvico es un sistema muscular (en el que intervienen también huesos, ligamentos y otros tejidos), que soporta los órganos y estructuras situadas en el abdomen. Cuando este sistema se encuentra dañado, aparecen molestias, dolores y problemas funcionales que nos afectan, principal aunque no únicamente, a las mujeres.

A menudo se produce dolor vaginal, irritación y molestias en las relaciones, o Incontinencia Urinaria. Estos síntomas son más frecuentes antes, durante e inmediatamente después de la menopausia, aumentando su prevalencia en mujeres que hayan pasado por varios partos vaginales, o que padezcan obesidad o enfermedades del pulmón. Estos factores de riesgo, sin embargo, no son determinantes, aunque pueden inducir a una más exhaustiva analítica en el caso de producirse.

Por todo lo anterior, y en caso de diagnosticarse una disfunción en el Suelo Pélvico, se procedería a la recuperación del mismo, bien mediante rehabilitación pelviana, que se basa en el empleo de una serie de ejercicios y estímulos eléctricos, que lo fortalecen, bien mediante intervención quirúrgica.

Como no nos cansaremos de repetir desde este blog, la actuación en los primeros momentos resulta fundamental. Cuanto antes se conozcan los síntomas, antes se puede intervenir, y menos intenso será el nivel de dicha intervención, aumentando, además, las garantías de éxito. De lo contrario, una patología inicialmente poco importante, puede devenir en gran prolapso o cronificación aguda de los síntomas.

Como sistema muscular, un buen entrenamiento del mismo puede suponer también una diferencia crucial: las agresiones físicas (partos, cirugía) u hormonales (menopausia) pueden verse notablemente minimizadas si se cuenta con un Suelo Pélvico tonificado y fuerte; en forma. Para ello, nada como ejercitarlo de manera preventiva, mediante los ejercicios Kegel, de los que ya os hemos hablado, o el empleo de bolas chinas o pesas vaginales.

Por su peculiar situación y morfología, el Suelo Pélvico se ve afectado por numerosas circunstancias vitales, cuyas consecuencias pueden, a su vez, minimizarse siguiendo un estilo de vida saludable, evitando la obesidad, manteniendo correctos hábitos alimentarios y practicando ejercicio de manera regular.

E insistimos, ante la menor duda, la más pequeña señal, acude a tu médico de cabecera.

 
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