La comunidad y dentro de ella el acto de compartir son la base de cualquier sociedad, no importa si se trata de bienes o de ideas siempre es más fácil conseguir algo entre todos, poniendo cada uno su granito de arena, aprovechando los conocimientos  y la creatividad individual en un contexto común.

La colaboración entre individuos permite el avance y aunque esta ‘inteligencia colectiva’ es un término (definido por el MIT -Instituto Tecnológico de Massachusetts-) que actualmente suele encontrarse ligado al mundo 2.0, en el que las interconexiones y las relaciones con múltiples personas facilitan las herramientas de colaboración, continúa siendo una expresión perfectamente válida para alcanzar cualquier meta.

Superar el ‘pensamiento de grupo’ también es una de las consecuencias de aplicar la inteligencia colectiva que deberá empezar por uno mismo. Así, individualmente, percibimos con que personas nos es más fácil dar rienda suelta a nuestra imaginación y nuestros conocimientos fomentando grupos de creación y de resolución. Por ello una de las principales aplicaciones de este concepto se encuentra en los equipos de trabajo donde las capacidades individuales son sólo válidas en la medida en que puedan encajar con las de los demás.

Mantener la mente abierta nos permitirá descubrir nuevas soluciones y aplicaciones a cualquier nivel que siempre mejorarán si se tratan y si se busca el modo de alcanzarlas en grupo. La toma de decisiones en un ambiente colectivo adecuado será más prolífica, mantener la diversidad y la independencia dentro del grupo generará los beneficios necesarios para el desarrollo de cualquier plan, idea o producto. Además según muestra el estudio que realizó el MIT la inteligencia no es la clave, ya que un grupo compuesto por gente con mayor cociente intelectual no implica que tome mejores decisiones.

Pensar en grupo se hace más fácil en un mundo interconectado en el que la individualidad queda relegada a pequeños espacios de los que tampoco debemos olvidarnos.

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