Tengo una amiga. Trabaja en algo creativo que le encanta, es muy buena en lo suyo, ha recibido premios y demás. De hecho, el otro día la llamaron para hacerle una entrevista en uno de esos suplementos “modernos” que tanto se llevan.

Ahí empezó el problema. No le preguntaron por su trabajo, por sus experiencias o por el futuro de la profesión. No. Le preguntaron “cómo encaraba el día a día siendo mujer”. Ella contestó: “pues igual que tú siendo hombre”. Estaba muy enfadada y casi da por terminada la entrevista.

El caso es que, por años que pasen, por magníficas profesionales que haya en todos los campos que te puedas imaginar, la imagen de una mujer trabajando (salvo en ciertos puestos considerados tradicionalmente “femeninos”) sigue causando sorpresa a ciertos sectores de la sociedad. Como si eso, el ser mujer, fuera algún tipo de minusvalía que hubiera que superar a base de esfuerzo, y encontrarse a una mujer de éxito fuera todo un logro, algo extraordinario que ocurriera “pese” a esa deficiencia inicial.

Así, ven a médicos, abogados, científicos o pintores, pero ven a una mujer doctora, una mujer abogada, etc. Como si el hecho de ser mujer se antepusiera a cualquier otra consideración, e influyese irremediablemente en la manera de ejercer la profesión. La manera “masculina” sería, naturalmente, la normal y correcta, quedando la “femenina” relegada a una curiosidad más o menos aceptable.

Lo peor es que aún hay muchas mujeres, y supongo que muchos hombres, que sienten coartada su libertad de elección de profesión o proyecto vital por el mero hecho de que no se consideran del “sexo adecuado” para ello. O que, si aún así han decidido seguir adelante con sus sueños, sienten sobre sus hombros la presión social y la necesidad de “demostrar” que, pese a su sexo, son perfectamente válidas. Algo que jamás se les pediría a sus compañeros.

Que cada persona es un mundo es una frase tan manida que casi ha perdido su significado, y sin embargo aquí viene al pelo. El hecho de ser mujer, o de ser hombre, no debería ser, a los ojos de nadie, pero menos a los tuyos propios, una cortapisa a la hora de intentar todo lo que desees en esta vida, ya sea prioritariamente en el marco laboral, personal, familiar o espiritual.

¿Y tú? ¿Has tenido alguna vez dudas de este tipo? ¿Te has encontrado con personas así? ¡Cuéntanos!

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