Algunas amigas de Sabesloquequieres.com nos comentan: “es que ya soy mayor, y a las viejas, ya se sabe…”. Esa frase, ese pensamiento de ya soy vieja y por tanto ya no cuento, es uno de los peores enemigos que podemos encontrarnos en nuestro viaje por la vida. Pero, ¿de dónde proviene? En otras palabras, ¿qué es lo que nos hace pensar que, a partir de determinada edad, ya no importamos? ¿Por qué, por poner un ejemplo, si una persona de 40 años pierde oído se trata de una minusvalía a la que hay que poner remedio, pero si se trata de alguien de 80, eso es algo “normal” y se puede obviar?
Según pasan los días, una no deja de ser quien era. Nuestras necesidades emocionales y físicas no cambian de la noche a la mañana. ¿Qué ocurre entonces? Que estamos rodeadas de mensajes que insisten en que el envejecimiento es un cambio en sí mismo. Aparte de las cuestiones meramente físicas, que son progresivas y en ningún caso extensibles a todas las personas por igual, ese cambio no existe.
El envejecimiento como fenómeno físico es mucho menos traumático que el envejecimiento “social”. La percepción que se tiene de lo que “es” o “debe ser” una persona mayor es un lastre mucho más pesado que las meras limitaciones que, en mayor o menor grado, nos impone nuestro cuerpo. Somos nosotras mismas las que, convencidas de que las “cosas son así”, nos ponemos trabas para vivir con plenitud una etapa que puede proporcionarnos grandes momentos de felicidad. ¡Como cualquier otra fase de nuestra vida!
En palabras de Alex Comfort, “la ancianidad, tal y como hoy se plantea, es un estado imaginario que existirá mientras nosotros creamos que existe”. La acumulación de años no nos hace diferentes personas ni mucho menos nos transforma en “ciudadanas de segunda”. Sigues siendo tú misma. ¡Que no se te olvide!
¿Cómo estáis afrontando el envejecimiento? ¿Qué consejos daríais para disfrutar del envejecimiento?
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