Un año más, se inicia la primavera y empezamos a plantearnos las vacaciones de verano, el próximo cambio de ropa del armario, el deseo de quitarnos el color blanquecino de la cara… Y con todo, siempre el mismo planteamiento: “tengo que bajar unos kilitos”. Os resulta familiar, ¿verdad?

Todos deseamos liberarnos de la pesada ropa invernal, mostrando un cuerpo tonificado, definido, bonito. El problema es que, lo de “unos kilitos” se transforma en más de 4 ó 5, y todo ese plazo que percibimos como largo hasta tener que lucir bikini se convierte en 15 días antes de irnos de viaje. ¡Y este año no nos puede suceder irremediablemente lo mismo!

En primer lugar, ya es hora de que nos convenzamos de que no existen dietas milagrosas que produzcan efectos rapidísimos sin pasar la factura a nuestra salud y bienestar. Reducir drásticamente la ingesta de comida o eliminar determinados alimentos sin el asesoramiento de un especialista en nutrición o médico, puede conducirnos al temido “efecto yo-yo”: perdemos peso muy rápido, y lo recuperamos a la misma velocidad, produciendo además un estiramiento rápido y poco estético de los tejidos.

Y en segundo lugar, desde este blog, llevamos mucho tiempo insistiendo en lo saludable y preventivo que resulta una dieta mediterránea equilibrada. Este tipo de hábitos también nos ayudará a reducir progresivamente el peso, sin grandes esfuerzos, pero con la garantía de estar aportando un gran cuidado a nuestro cuerpo.

Os voy a resumir unos cuantos consejos útiles y sencillos que nunca se nos pueden olvidar:

  • Beber aproximadamente unos dos litros de agua diariamente, tratando de no concentrar toda la ingesta en las horas próximas a acostarnos
  • Aumentar la ingesta de alimentos ricos en fibra, para aumentar la motilidad intestinal, como por ejemplo frutas y verduras.
  • Evitar las bebidas gaseosas, los refrescos y los zumos que no sean naturales
  • Realizar cinco comidas al día: un desayuno completo, un almuerzo ligero a media mañana (una pieza de fruta, un yogurt o un café), una comida siguiendo una dieta variada (que incluya verduras diariamente y alterne la carne y el pescado, y reduzca notablemente la ingesta de hidratos de carbono), una merienda ligera (similar al almuerzo) y una cena no muy copiosa, incorporando una vez más las verduras como elemento clave en la alimentación.
  • Evitar abusar de las pastas o los arroces, las comidas muy condimentadas o con salsa y por supuesto el dulce; podríamos reducir la ingesta a un único día a la semana y en dosis controlada.
  • Aumentar el ejercicio moderadamente; es especialmente recomendable caminar, a un paso ligero, o realizar ejercicios aeróbicos no muy fuertes que ayuden a movilizar todo nuestro organismo.

¿Nos fijamos un día para empezar a cumplirlo? Así será mucho más sencillo… ¿El próximo lunes? ¿Después de la comida de la semana que viene? Cada uno que encuentre su momento, pero no os aconsejo que lo fijéis más allá de dos semanas, porque las ganas se diluyen rápido. ¡Ánimo! Y contadnos vuestras experiencias.

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