Puede que el silencio esté sobrevalorado si pensamos en una buena conversación o en un agradable concierto, pero también puede que sea todo lo que necesitamos tras un día en el que el reloj nos ha superado y no hemos sido conscientes ni de nuestra respiración.
Comer o cenar totalmente en silencio es casi imposible. Obviamente lo es en nuestro día a día donde los compañeros de mesa, la televisión o el ruido de la calle imponen el ritmo de nuestras comidas. Lo intentaremos de muchas formas, con picnics en parajes apartados o con cenas en la playa pero siempre acaba apareciendo la conversación o un sonido inesperado. Lo cual puede ser un verdadero placer pero no hay pocos que prefieran otros estímulos.
La falta de estímulos externos puede ayudarnos a desarrollar nuestro paladar y a degustar profundamente todos los sabores que inundan nuestra boca. Para ello ya surgieron hace unos años algunas propuestas de restaurantes sin luz, salas en las que se cena o se come dejándose llevar únicamente por el gusto y el olfato, los demás sentidos quedan relegados. Desarrollar el paladar degustando es una oportunidad para descubrir los límites de la gastronomía, una oportunidad que tampoco debería pasar inadvertida en ninguna de nuestras comidas. Ser conscientes y disfrutar con lo que npos alimentamos nos llevará a una dieta saludable.
En esta tendencia por relegar algún sentido mientras cenamos ha surgido en Nueva York, en las calles de Brooklyn, un restaurante en el que a la importancia de la carta se une la del sonido. O, mejor dicho, la de la carencia de él. Dentro del bullicio de la ciudad, en este rincón, los transeúntes pueden encontrar un remanso de silencio dejándose llevar por el sabor.
Hablar puede ser una necesidad imperiosa en algunos momentos, y no hacerlo lo puede ser en otros. En todo caso solo lo sabremos mientras existan diferentes propuestas.