Nuestra existencia en cuanto a seres sociales viene determinada por el reflejo que de nosotras mismas creemos ver en los ojos de los demás. Así, no importa tanto si nos sentimos fuertes o hermosas, siempre que sea esa la percepción que despertamos en otra gente. Es tan importante esta percepción, que una mala opinión ajena puede hacernos dudar de nosotras mismas, por injusta que ésta sea.
Por eso mismo una crítica dirigida hacia nuestros más íntimos complejos puede desestabilizarnos y, por el contrario, un halago que nos permita reafirmarnos en nuestras seguridades puede proporcionarnos la fuerza necesaria para conquistar el mundo. Los reproches y ataques a nuestra autoestima son, por esto mismo, recibidos con desagrado, ya que nos recuerdan esta dependencia del juicio ajeno.
Todas queremos mejorar día a día, y una crítica constructiva puede ayudarnos a ello si mantenemos una actitud lo suficientemente abierta y positiva como para convertirla en acicate. Ahora bien, a menudo encontramos personas cuya intención dista mucho de ser la de permitirnos avanzar. Complejos subyacentes, miedo a ser superados por nosotras en algún tipo de competición real o imaginaria, intentos de mantener un control psicológico sobre nosotras, pueden convertir un consejo aparentemente inocente en un arma contra nuestra paz interior.
Es necesario, por tanto, estar muy atentas no sólo al contenido de la crítica, sino a la persona que la emite y sus motivaciones. La sinceridad para con nosotras mismas y la capacidad para admitir nuestros errores también ayudará a desarmar a una persona cuya principal intención sea la de dañar. Nadie es perfecto: partiendo de esa base se puede tratar siempre de mejorar. Y recuerda: no hay derrota en admitir un error. Sí la hay si permitimos que exista por no admitir nuestra imperfección o por no otorgar a nuestro interlocutor la razón en su ataque.
De la misma manera, si nos vemos en la tesitura de subrayar un fallo o defecto de otra persona, sería conveniente actuar de la forma en la que a nosotras nos gustaría en el caso contrario. Sólo si es necesario, siempre de manera constructiva y no tomándolo como algo personal, sino como un error que puede ser subsanado sin menoscabo alguno.
Una persona segura de sí misma ni se viene abajo por una mala crítica, sino que aprende de ella, ni necesita atacar cuando ve fallos ajenos, sino que procura ayudar a su solución. ¡Y cuánto mejor ambiente crea a su alrededor!