En un estudio de los años 50, un grupo de investigadores norteamericanos notó que la incidencia de enfermedades coronarias en los países del Sur de Europa era significativamente menor que en los EEUU. Indagando cuál era el factor protector común a los países de la zona, encontraron una gastronomía con características semejantes, que acabó siendo conocida como “dieta mediterránea”.
Así, después de numerosos estudios, se ha llegado a la generalización de ciertos patrones alimentarios comunes a España, Sur de Francia, Italia y Grecia, entre otros. Estos serían un alto consumo de frutas, verduras y legumbres, el establecimiento del trigo (cereal) como alimento base (pan, pasta…), el aceite de oliva como grasa principal y, y esta es una buena noticia para muchas de nosotras, el consumo moderado del vino, sobre todo el tinto (un vasito en las comidas).
Al parecer, este tipo de alimentación ejerce un efecto beneficioso y protector sobre el corazón. Se da un mayor consumo de productos ricos en ácidos grasos monoinsaturados, (ayudan a reducir el nivel de colesterol en sangre), de pescado azul (rico en ácidos grasos muy beneficiosos) y de vino tinto (con su aporte de polifenoles y flavonoides). Éste último, además, ayuda a prevenir los deterioros cognitivos asociados a los procesos seniles. Por todo ello, el 16 de noviembre de 2010 fue declarada Patrimonio Inmaterial de la Humanidad.
A nadie escapa, tras leer lo anterior, lo beneficioso para la salud de una alimentación de este tipo. Ahora bien, quisiera resaltar un hecho que parecen no tener en cuenta los científicos: al placer y beneficios para la salud de una buena comida según las recetas tradicionales de la cocina mediterránea habría que sumar otros varios factores que hacer de nuestra cultura toda una bendición.
Así, habría que sumar nuestro respeto a las tradiciones culinarias, que incluye sentarse en familia en torno a la mesa, reír con los amigos aprovechando esa botella de vino especial, celebrar todos los grandes eventos de la vida con maravillosas comidas que luego se recuerdan con cariño… todo este universo, ese ritual que rodea al mero hecho de ingerir alimentos hace que nuestros corazones estén mejor preparados frente al estrés cotidiano. Pero ésta es solamente mi opinión: ¿tú qué opinas?
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