En algún momento te has enfrentado a esta situación: vas a una tienda, eliges una prenda, buscas tu talla y te la llevas al probador. Y allí descubres que tu talla ya no es tu talla. ¡Socorro!

¿Qué ha pasado? Sin dudas debe haber un error. No, es la 38, 40, 42…  Vamos, la de siempre. Sin embargo… Debe ser que esta marca tiene tallas diferentes. Has leído por allí que las fábricas deberían homologar las medidas de las tallas, etc.etc. Pero es la tienda de siempre, la marca de siempre.

Una conspiración. Un complot. Un boicot a tu autoestima. La industria de la indumentaria femenina se ha confabulado en tu contra para hacerte creer que… ¡has subido una talla!

Pues sí, amiga mía. Superado cierto umbral de edad, cuando los síntomas nos gritan sordamente que estamos entrando en la menopausia, nuestro organismo se rebela, se desmelena y asume conductas nuevas. Es el momento en que, sin darnos cuenta, comienza a metabolizar de otra manera cada cosa que le damos a través de nuestra boquita.

Es cuando de golpe, un día como tantos, nos miramos al espejo y descubrimos que nuestra cintura se ha extendido (digámoslo suavemente). La hemos perdido en alguna esquina o nos ha abandonado mientras dormíamos. La cuestión es que en su lugar vemos una acumulación adiposa abdominal nueva. Sin dudas, la culpable de que la falda talla 38, 40, 42 (vamos, la de toda la vida) se empeñe en no ceñirse sino que nos regala una cremallera reticente a cumplir su función hasta el final (de sus dientes).

¿Qué hacer? ¿Resignarnos a pedir una 40,42,44…? ¿Encausarnos en una cruzada a base de dietas de hambre?

No. La solución no está en estas opciones. Debemos asumir nuestra nueva figura, sin dejarnos vencer por ese exceso de grasa que se acumula en nuestra cintura y/o caderas a medida que nos internamos en la menopausia.

Vigila tu dieta. Consume fibras. Bebe más agua, menos café, menos gaseosas. Haz ejercicio. Trabaja tu cintura y tus abdominales oblicuos. Muévete. No dejes espacio para que la celulitis le siga el paso a ese michelín amenazante.

Tu cuerpo es tuyo. Tal vez hayas subido una talla, pero sigues siendo dueña de tu figura. Y ya sea 38 o 40, 40 o 42… debes conseguir que ese número sólo sea el signo de tu salud. La de una mujer elegante y estilizada, ágil, activa, vital.

Y adiós a las conspiraciones internacionales. No podrán contigo.

 

Imagen | Robert Kneschke