Unas 800.000 personas de más de 65 años se ven afectadas por la incontinencia urinaria, no es la edad en sí la que incita su aparición sino diversas condiciones relacionadas con otras enfermedades o el estilo de vida. Sin ser una incapacidad grave siempre es una molestia a la que hay que prestar atención.
La incontinencia urinaria puede surgir con motivo de una enfermedad o ser padecida por una persona sana; en la vejez son múltiples los factores que potencian su aparición. Junto a los más comunes como la obesidad o las enfermedades musculares se une la demencia o el consumo de determinados fármacos. Por ello la edad no debe impedir que quien lo padezca deje de ser consciente de la necesidad de prestarle atención y tomar ciertas medidas. Entre ellas la higiene no deja de ser fundamental y si el anciano puede realizar ejercicios musculares, guiado por su médico, la mejora será notable.
El Instituto Gerontológico aporta en sus datos que la incontinencia urinaria aflige a uno de cada diez ancianos que viven en sus casas, a cuatro de cada diez entre los hospitalizados y a seis de cada diez entre los que habitan en una residencia. Por tanto la salud y la calidad de vida son muy relevantes ya que junto a los problemas físicos y la pérdida de autonomía surgen, acompañados a esta disfunción, los problemas psicológicos que pueden mermar la actitud del paciente en unas edades en que también se ve mermada la movilidad.
Para que el tratamiento sea eficaz en el enfermo anciano se hace imprescindible mantenerle siempre informado sobre las incapacidades que pueda producir la incontinencia urinaria, en relación al grado en que la sufra, y los ejercicios o pautas recomendables para su mejora ya que la edad no influye en las posibilidades de sentirse mejor.
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