Aunque soy joven aún, en mi familia tengo antecedentes de problemas de incontinencia urinaria. Aunque sé que hay maneras de evitarla, como haciendo los ejercicios de kegel de los que ya hemos hablado en algunas ocasiones, siempre me pregunto si a mí también me tocará padecerla cuando me quede embarazada o cuando llegue a una edad madura.

Lo consulté con mi médico de cabecera y me tranquilizó, ya que me dijo que según algunos estudios, la debilidad congénita heredada de los músculos de la pelvis sólo se produce en un 17 o un 20% de los casos. Así pues, con un buen cuidado tanto de mi suelo pélvico como de mi vejiga, se supone que no tendría que tener problemas de pérdidas leves.

El médico me dijo que, además de los ejercicios mencionados, podía ser bueno que me mantuviera en mi peso ideal y que evitara las sustancias irritantes para mi vejiga como el té, el café, las bebidas con cola, el chocolate y el alcohol.

Cuando volví a casa, lo hablé con mi madre y me dijo que no me obsesionara, que incluso si sufriera pérdidas cabía la posibilidad de operarme o de controlarlas con medicamentos y que en realidad estas no tenían por qué hacer mi vida diferente y mientras tanto siempre podría protegerme con compresas específicas. La verdad es que entre lo que hablé con el médico y lo que hablé con mi madre me quedé mucho más tranquila.

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Imagen | Alex Murphy
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