La danza del vientre (1ª parte)

La sociedad actual, tan agitada, con tantos cambios constantes y esta impresión de presión continuada, nos estresa y agota nuestra energía. La sensación que muchas de las amigas de indasec.com/new nos han relatado ha sido la de “vacío”, de no estar “afinada” con aquello que nos rodea. Un desequilibrio con el resto del Universo. Falta de paz con nosotras mismas y con lo que nos rodea. Cuando esto se convierte en un problema, es hora de acudir a un especialista, pero, antes de llegar a ello, ¿qué podemos hacer para recuperar esa paz interior, ese “equilibrio”?

Existen muchas actividades que nos pueden ayudar a preservar nuestra energía interior. Hoy os presentamos una de las más hermosas que existen: la Danza del Vientre. Con su práctica aprenderemos poco a poco a ser más conscientes de nuestros mecanismos corporales fundamentales, en cuanto a mujeres, dotadas de una peculiaridad tanto física como espiritual que los manuales de medicina han obviado, tomando siempre como punto de partida al humano masculino como base y modelo. Trabajaremos con ello el conocimiento de nosotras mismas y nuestra feminidad.

Es curioso que en nuestra civilización occidental el centro mismo de la vida, la sexualidad, la feminidad y la maternidad, es decir, nuestro vientre, haya sido tan ignorado. Nuestra capacidad para percibirlo, para controlarlo, está notablemente mermada: piensa en cómo mueves a voluntad una mano o las facciones, pero ¿podrías mover con la misma soltura los músculos del vientre? Esta zona soporta represiones y bloqueos, y su tensión y dureza se relaciona con negaciones a la libertad: a lo que nosotras somos.

Esta danza, venida del mundo oriental, representa algo que allí se sobreentiende pero que parece que cuesta recordar en nuestro “civilizado” occidente: somos cuerpo, a la vez que mente y emociones, y es necesario conocerlo, cuidarlo, amarlo pero, sobre todo, respetarlo. Nuestro cuerpo es suave, bello y sexy, y nuestro vientre, que tantos años ha soportado la represión de una sociedad androcéntrica y misógina, es parte esencial de él. Con esta práctica aprenderemos a mimarlo.

Imagen| Bigstockphoto

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