En estas fechas en las que solemos retornar a donde nacimos o vivimos nuestros primeros años, es común recibir regalos de vecinos y familiares, frutos de la tierra que nos recuerdan nuestros orígenes y nos retrotraen a un momento donde todo tenía otro sabor, el del hogar y las cosas naturales y hechas con amor.
No sé a vosotras, pero a mí uno de los vecinos de antaño siempre me guardaba una cesta de hermosos huevos recién cogidos de sus gallinas. Unos huevos grandes, untuosos, con una yema de color intenso y aroma inconfundible. Nada que ver con lo que acostumbro a comprar en el híper, vaya.
El problema viene dado por mi mala cabeza. A veces me encuentro con algunos huevos que olvidé y nunca sé si debería o no tomarlos; ¿estarán buenos? ¿serán seguros? ¿debería tirarlos por si acaso aún a costa de renunciar a su extraordinario sabor o por el contrario debería apostar por mi gula y prepararme un suculento revuelto?
Ante la duda, recurrí a la sabiduría tradicional. Y ésta me trajo el truco del vaso de agua con sal: ¿lo conocéis? Prepara un vaso con agua fría y añádele un puñadito de sal. Remueve bien para que disuelva y déjalo reposar. Una vez el agua se haya calmado, introduce el huevo con cuidado. Si permanece en el fondo, está fresco y se puede consumir sin miedo. Si flota en la superficie, ya lleva demasiado tiempo en la alacena y, probablemente, ha empezado a pudrirse.
Otro viejo truco es el de la posición de la yema. En un huevo cocido, la yema ha de presentar la posición central: cuanto más se vire hacia un lateral, más tiempo tiene el huevo. Además, si lo cascamos crudo y la clara se “desparrama” en lugar de mantenerse más o menos compacta, estamos ante un huevo viejo.
El huevo de gallina es uno de los pilares de nuestra alimentación: proporcionan energía, proteínas y lípidos, y resultan deliciosos de cualquier manera como los prepares. Si puedes conseguir huevos frescos de granja, no lo dudes; eso sí, procura que sean bien frescos. No queremos que, en estas fiestas en las que tanto vamos a abusar de nuestros estómagos, tengamos que sumar un problema de intoxicación a los ya esperables empachos, ¿verdad?
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