Sucede a veces que durante las relaciones sexuales aparece el dolor. Pensamos entonces que el problema está en los tamaños, que el de nuestra pareja excede nuestra “capacidad” y que deberíamos tener la vagina más grande. Esto es un error: ni él es excesivo, chistes aparte, ni nosotras somos “defectuosas”; generalmente, y descartando patologías que
no vienen al caso, se trata de una mala estimulación sexual. Puede ser porque no haya habido suficiente juego previo, porque no estemos muy inspiradas, pero también sucede porque el Suelo Pélvico, ese conjunto muscular que mantiene los órganos pelvianos en su sitio y regula nuestra actividad urogenital, no está lo suficientemente fuerte o tonificado. Esto produce lo que se conoce como pared vaginal distendida, que, contradiciendo al chascarrillo popular, no se produce por “exceso” de actividad sexual, sino, por el contrario, por una dejación de la movilidad de esta musculatura.

Una vida sexual plena y activa ayuda, y mucho, a mantener la firmeza de nuestro Suelo Pélvico, otorgando a la vagina una elasticidad y capacidad de recuperación muy notables. Claro que a veces se ve sometida a traumas excesivos, como un parto difícil o una intervención quirúrgica. Para ayudar a su mantenimiento, nada como los famosos Ejercicios Kegel en el contexto de una vida sana. Al ejercitar el Suelo Pélvico no sólo mantenemos en forma las paredes vaginales, sino que favorecemos su lubricación, que es otro de los puntos clave para la satisfacción en las relaciones. En el caso de que ésta no se produjese de manera natural, se puede acudir a los lubricantes externos, todo en aras de una relación sin dolor ni molestias.

El sexo es una parte muy importante de tu existencia. En el momento en el que experimentes cualquier tipo de problema en tus relaciones, deberías acudir a tu médico en busca de consejo. Y, como siempre, procura prevenir. Sal, ten una vida activa, haz un poco de ejercicio, lleva una alimentación sana… y no te olvides de ejercitar tu Suelo Pélvico.

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