Otoño es tiempo de sombreros

Tengo un buen amigo que suele decir que le gusta el otoño porque las mujeres se ponen sombreros. En realidad me lo dijo una tarde de noviembre cuando me vio aparecer con una de mis gorras favoritas cubriendo mi cabeza, y es que desde hace años, cuando el calor deja de apretar, no puedo evitar ponerme casi cada día una gorra o un sombrero.

Los sombreros son un complemento que da carácter a cualquier estilismo, protegen del frío y diferencian. Empecé a utilizarlos cuando tenía veinte años, aunque entonces todavía no se veían mucho en la calle, y desde ese momento he engordado una colección enorme de todas formas y colores.

Mi primer ejemplar fue una gorra de corte marinero en color negro que me acompañó en mil aventuras. El segundo, un borsalino (también negro), que transformé una y mil veces con pañuelos anudados en su copa. Ambos siguen teniendo, años después, un lugar de excepción en mi vestidor, ahora acompañados de muchas gorras de visera, sombreros de tweed, boinas y gorros de lana, estos últimos imprescindibles cuando llega el invierno.
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