¿Quién no ha oído hablar de Marie Curie? Fue la primera mujer en obtener un Premio Nobel y la primera persona en el mundo que ha obtenido dos de estos premios por dos especialidades diferentes, Química y Física. De alumna aventajada a primera mujer catedrática en la Sorbona, con una indomable pasión por saber, protagonizó una de las páginas imprescindibles en la Historia del conocimiento humano.

Conoció al que sería su marido en el transcurso de sus investigaciones. Una vez casados, continuaron trabajando juntos en el proyecto que les proporcionaría el Premio Nobel de Física, en 1903. Cuando en 1906 Pierre, su esposo, murió, Marie rechazó una pensión vitalicia y continuó con sus investigaciones, asumiendo además una cátedra en la Universidad de la Sorbona y convirtiéndose así en la primera mujer en enseñar en esta prestigiosa institución en sus 650 años de historia.

Después de aquello sus investigaciones la llevaron a alcanzar un segundo Premio Nobel, esta vez de Química, dejando, como había hecho anteriormente el matrimonio, abiertos sus descubrimientos a la comunidad científica para que pudieran continuar sus estudios, sin plantearse monopolizarlos mediante la patente de aquellos. Un gesto este de desinterés y amor por la ciencia que hoy en día lamentablemente resulta chocante.

Era tanta su pasión por la investigación que no sólo contagió a su propia hija, Irène, también Premio Nobel de Química, sino a toda una generación de estudiosos y, sobre todo, de mujeres deseosas de probar su valía, que veían en esta tímida y docta científica un modelo a seguir. Así continuó, como referente para un mundo en cambio, hasta el momento de su muerte.

Marie Curie llevó la vida que deseó en todo momento. La existencia de un hombre en su vida no supuso en ningún caso la renuncia a todo aquello por lo que tanto había luchado, siendo perfectamente capaz ambos de compaginar una vida de investigación y estudio con una familia. Tampoco se dejó abatir por el drama de la pérdida de su compañero y cómplice en la aventura, superándolo y superándose a sí misma en el proceso.

Si hay algo que realmente nos apasione no podemos permitir que esté supeditado a los deseos o circunstancias de otra persona. Encontrar al compañero perfecto en este viaje por la vida implica hallar a esa persona que sea capaz de compartir con nosotras aquello que realmente nos hace felices.

Fuente|Nobel Price.org

Fuente|Wikipedia

Imagen|Neurope.eu