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Los lácteos en nuestra dieta

La pirámide nutricional siempre ha incluido los derivados lácteos como un producto imprescindible en nuestra dieta indicando que se han de consumir diariamente. Pero en los últimos meses se han levantado algunas voces defendiendo una dieta carente de lácteos, y con ellas otras muchas que continúan defendiendo su consumo. Esta defensa es la opinión mayoritaria y se basa en que son múltiples los beneficios aportados a la salud con su ingesta.

El consumo de leche, yogures y quesos nos provee de proteínas, vitaminas B y A y minerales como el calcio. Y es precisamente el cubrir las necesidades de calcio uno de los grandes argumentos de todos los que continúan considerándolos imprescindibles para un menú saludable. Favoreciendo la fortaleza de nuestros huesos y previniendo enfermedades como la osteoporosis o la presión arterial alta. Aunque es posible sustituir el calcio proporcionado por los productos lácteos consumiendo ciertos tipos de carne, algas, tofu, sardinas o algunos frutos secos, es difícil.

Quienes sean intolerantes a la lactosa ya estarán acostumbrados a buscar los aportes necesarios en otros alimentos aunque cada día son más los productos lácteos sin lactosa que salen al mercado. Precisamente si observamos los productos lácteos que encontramos en el supermercado es fácil percatarse de que últimamente se han enriquecido con suplementos que añaden propiedades extra al alimento.

En ocasiones lo más complicado radica en escoger cuál incluimos en la cesta de la compra, por ello es recomendable prestar atención a la cantidad de grasa que proporcionan. Por ejemplo al elegir queso fresco o leche semidesnatada restamos el número de grasas injeridas.

Además por muchas propiedades positivas que tengan no se hubiesen transformado en un alimento imprescindible si no estuviesen tan ricos. Cualquier queso o yogur es una delicia que siempre es imposible incluir en otras grandes recetas haciendo que su consumo no sea monótono.

Imagen| Bigstockphoto

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