Según vamos avanzando en la edad, existen reflejos e instintos que se ven atenuados e incluso inhibidos debido a diversos procesos derivados del inevitable desgaste de nuestro organismo. Entre estos se encuentra el que nos impele a beber: el reflejo de la sed. No parece algo muy grave de entrada, pero imaginad; si a nosotras ya nos produce una cierta pereza mantener el ritmo adecuado de ingesta de líquidos y aún conservamos casi intacta esa pulsión, ¿qué no puede ocurrir si a esa pereza se suma un organismo que no nos avisa de la necesidad y una actitud poco atenta hacia estas necesidades?

Ahora que se aproximan los meses de calor es necesario que estemos más atentas que nunca y que procuremos que nuestros mayores reciban la adecuada cantidad de líquido a lo largo del día. Tened en cuenta que a veces, entre que no se tiene la conciencia de padecer deshidratación, y que la dificultad que los años traen para la movilidad y la rápida reacción, pueden pasar horas antes de que vuelvan a beber, lo que puede ocasionar no pocos problemas.

Recordad que no es imprescindible que el líquido sea siempre agua: zumos, leche, infusiones e incluso fruta fresca y verdura lo aportan en grandes cantidades y suelen resultar más atractivos y menos “imperativos” que los ocho vasos de agua que manda la tradición. Para evitar episodios de Incontinencia Nocturna, es conveniente disminuir la ingesta hacia media tarde, aumentándola por la mañana. De hecho, un par de vasos de agua nada más levantarse son un maravilloso remedio contra el estreñimiento.

No está de más repetir lo obvio: si hace mucho calor o se ha estado haciendo ejercicio, es más que recomendable aumentar la cantidad de líquidos a beber. También, aunque no lo creas, es importante hacerlo en situaciones de alta humedad ambiental. La razón es sencilla: en estas circunstancias se tiende a sudar más, con lo que la pérdida de líquidos aumenta.

Si no seguimos estas sencillas pautas, procurando mantener a nuestros mayores correctamente hidratados, pueden llegar a sufrir, entre otras cosas, pérdidas graves de peso, fatiga y terribles dolores de cabeza. Síntomas que nos harán temer algo peor y que se pueden, como hemos visto, evitar de una manera bien sencilla.

Nuestros mayores necesitan que velemos por su salud. Se lo debemos.

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