Vivir
con incontinencia

Abrazos

Que los abrazos son beneficiosos tanto para el que los recibe como para el que los proporciona es ya un lugar común. Pero, ¿sabías que los niños que reciben suficientes abrazos y mimos en sus primeros años crecen más fuertes, sanos y equilibrados? ¿O que las personas que se abrazan a menudo experimentan menos episodios de estrés?

Y es que, al abrazarnos, pero de manera real, no como un compromiso o de mala gana, cuando apoyamos la cabeza en el hombro de la otra persona, apretamos fuerte y dejamos que el tiempo pase, estamos colaborando no sólo a establecer lazos, reforzarlos y mantenerlos, sino a mantener una buena salud mental y emocional.

Necesitamos tocar y ser tocados par reconocernos como seres humanos completos. La mejor manera de regalar un abrazo es abriéndose completamente en él: permitiéndonos sentirnos vulnerables ante ese abrazo, otorgando a la otra persona el poder de herirnos con él. Así, con esa desinteresada muestra de fragilidad, demostramos nuestra fortaleza, nuestra confianza, nuestro auténtico poder.

Cuando hay tensión entre dos personas que se quieren, cuando has tenido una riña tonta y no sabes cómo volver a la normalidad, cuando las palabras han volado más rápidas que los pensamientos y notas con preocupación que vuestro enfado se está transformando en una bola de nieve que no hace sino empeorar, ¿has probado a romper ese círculo vicioso con un sencillo abrazo? Un abrazo dice, “esto ha sido una tontería y ninguno queríamos herir al otro, yo lo sé y tú lo sabes, ¿vamos a permitir que algo así nos afecte?”.

El abrazo también libera las emociones contenidas, esas que se enquistan al no salir a flote convirtiéndose en una pesada losa. Nada ayuda más, cuando la congoja amenaza con ahogarnos y el miedo nos atenaza, que un abrazo sincero y solidario que nos haga saber que no estamos solas, que alguien conoce y se preocupa por lo que estamos pasando, que podemos llorar, gritar, desahogarnos, sin sentirnos juzgadas o amenazadas por ello.

Por eso, la próxima vez que veas a esa persona a la que tanto aprecio tienes, no le des dos besos rituales, no le des la mano fríamente: dale un auténtico abrazo. Te lo mereces.

 

Imagen| Bigstockphoto

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