Para muchas de nosotras, como para nuestros hijos, la época de exámenes y la proximidad de las notas es un factor estresante de primera línea. Parece además que aunque lo anticipemos y hayamos aprendido de experiencias anteriores cómo ayudarles o cómo reaccionar, siempre nos pilla desprevenidos. Por eso quiero hacer con vosotras un pequeño repaso de algunas medidas que seguro dan buenos resultados.
En primer lugar, debemos tener claro que las notas son el resultado final de todo un proceso de trabajo diario y finalmente los exámenes. Evidentemente, la suerte y el profesor que evalúa son importantes, pero tienen un peso mucho más pequeño de lo que pensamos. Por eso, debemos contribuir a que ellos desarrollen buenos hábitos de estudios. Si los adquieren de pequeños en la adolescencia o juventud, no les resultará tan difícil.
Es fundamental que dispongan de un espacio tranquilo, sin estimulaciones de ningún tipo: televisión, ordenador, videoconsolas, móviles, etc. Estudiar cansa y en muchos casos desagrada, así que, casi sin darse cuenta, se distraerán con cualquiera de estas cosas; ya disfrutarán de ellas cuando descansen o al finalizar el día. Nosotros también podemos ser estimulaciones: nos movemos a su lado, hablamos, hacemos ruido… Debemos sen coherentes con la importancia que decimos que tienen los estudios.
Trabajar a diario facilitará generar ese hábito, además de ayudar a ir asimilando progresivamente la información y a un adecuado desarrollo cognitivo. Al menos debe llevar al día los deberes e ir estudiando el temario en “pequeñas dosis”. No te sientas mal si no estás en casa para controlarle todo el tiempo; basta con que al final del día, antes de la cena, le preguntes qué ha hecho a lo largo de la tarde. Si no suele dedicar muy rato a hacer deberes diariamente o le cuesta organizarse, podéis hacerlo juntos. Eso sí: debe ir responsabilizándose de su propio trabajo. Nosotros sólo somos un apoyo, no los que tenemos que hacer esas tareas.
“Saberse un tema” implica ser capaz de explicar con palabras, sencillas y claras, pero igual de adecuadas que las del libro lo estudiado. Por eso, preguntarles la lección puede ser una buena rutina; no se trata de una prueba para ver si nos han mentido o han estudiado de verdad, pues así enfocado, generará tensión y malestar, sino de una forma de evaluar juntos sus conocimientos para poder reforzar el aprendizaje.
La lectura es básica en el aprendizaje, así que si no se sabe el tema, podemos pedirle que lea en voz alta y juntos trataremos de asimilar esa información. Corregir la entonación y aclarar el significado de palabras poco frecuentes, les resultará muy útil. Poco a poco, además, aprenderá a auto evaluarse sin necesidad de nuestra ayuda.
Los tutores del colegio o instituto os ayudarán de manera más específica si lo necesitáis; cada chico es un mundo y es difícil encontrar fórmulas que funcionen para todos. Veámosles como aliados: sus conocimientos y la información que tienen de nuestros hijos en cuanto a su comportamiento serán clave para mejorar en este aspecto.
Ya nos contaréis qué tal.
Imagen| Bigstockphoto