LA CUESTA DE SEPTIEMBRE

Después de los largos días del verano, con mucha luz, pocas obligaciones y mucho disfrute y relajación,… llega septiembre, el mes en el que la vida vuelve a la normalidad: prisas, madrugones, presiones, preocupaciones, el dinero justo… En definitiva, volvemos a nuestra rutina habitual, menos emocionante y por supuesto mucho menos motivadora.

Así que, no es de extrañar sentirnos un poco más cansados, apáticos e incluso tristes. Aunque se hable de depresión postvacacional, no se trata de una enfermedad, tranquilos; sólo durará unos días y además hay algunos consejos que pueden ayudarnos a llevarlo con mejor cara.

Tratemos de enfocar esta nueva etapa con otra perspectiva. Por mucho que idealicemos nuestras vacaciones, debemos ser realistas: no son la solución a todas nuestras tensiones, ni siquiera un paréntesis de problemas o dificultades; más bien podemos entenderlas como un respiro que nos permite cargar pilas y coger fuerzas para afrontar de manera diferente y con nuevas ilusiones o expectativas el duro curso. Visto así, no depositaremos toda la energía en lo que no nos gusta, y nos resultará más sencillo definir nuevos objetivos.

Una de las cosas que debemos revisar cuanto antes son nuestros horarios. Generalmente aprendemos a vivir corriendo. Puede ayudarnos dibujar en un cuadrante todas las tareas que llenan nuestra semana; visualmente será fácil darse cuenta de que somos demasiado exigentes con nuestros recursos. Nos costará discriminar entre las cosas que no se pueden ajustar y aquellas que no son tan urgentes o tan importantes, pero con un poco de perspectiva y objetividad, lo lograremos. Debemos ser realistas con los tiempos de desplazamiento, con la necesidad de descansar, con los tiempos adecuados para comer y dormir… Es preferible renunciar a actividades que vivir en una carrera de fondo permanente.

Y ya puestos, tratemos de incluir en esa planilla otro tipo de actividades de ocio. Éstas, aunque puedan parecernos triviales o superficiales, son igual de importantes que las demás. De hecho, son los pequeños desahogos semanales que nos permitirán llegar a las siguientes vacaciones un poco mejor. Si no tenemos mucho tiempo o no sabemos qué hacer, evitemos los periodos pasivos frente a la televisión o el ordenador, ya que generan una cierta apatía, y aprovechemos ese tiempo para entrenarnos en alguna técnica de relajación o meditación.

De cara al trabajo, seguro que una buena reflexión nos resultará muy productiva: ajustemos nuestras expectativas y nuestros límites profesionales. De esta manera no nos sentiremos defraudados o frustrados y seremos capaces de adaptarnos mejor a nuestra realidad.

Por último, busca el apoyo de tus amigos y conocidos; hablar con otras personas y compartir cómo te sientes será de gran utilidad. Y además, contribuirá a construir momentos de ocio y tiempo libre más satisfactorios.

¿Quieres probar y compartir con todos tu experiencia? Aquí esperamos vuestros comentarios.

Imagen| Bigstockphoto

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