La micción es un acto absolutamente integrado en nuestra vida, tanto a nivel personal como social. Por eso, cualquier alteración en ella, como la pérdida involuntaria de orina, genera tanto malestar, vergüenza, e incluso incapacidad, pues nos vamos retrayendo y evitando múltiples situaciones “por si acaso”. Sin embargo, el manejo de la incontinencia leve es más sencillo de lo que puede parecer a priori; es necesario conocer cómo se produce, no tener miedo a consultar a los profesionales y poner en práctica sencillos consejos.
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La vejiga es un órgano musculoso y elástico, que cambia de tamaño para adaptarse a la cantidad de orina que contiene, hasta que alcanza un nivel máximo. Nuestra voluntad y la práctica ayudan a aumentar la capacidad de contención para poder realizar nuestras actividades sin interrupciones inoportunas para vaciarla.
En los riñones se filtran los desechos y agua que contiene la sangre, produciendo la orina. Ésta se conduce a la vejiga por los uréteres, donde se va almacenando. Y desde las paredes vesicales se envía información al sistema nervioso acerca del estado de la vejiga, para alertar al individuo de la necesidad o no de acudir al servicio. Así, una persona sana percibe la primera sensación de ganas cuando ha almacenado unos 200 ml de orina, aunque se pueden almacenar entre 300 y 550 ml aproximadamente.
Para lograr la continencia, la uretra, que comunica la vejiga con el exterior, debe permanecer cerrada por los esfínteres. Cuando la persona se encuentra en lugar y momentos adecuados, relaja voluntariamente el esfínter externo y se inicia la contracción de la pared vesical (músculo detrusor); involuntariamente, el esfínter interno se abrirá y se iniciará el vaciado de la vejiga.
Por tanto, el sistema nervioso se encarga de la coordinación entre la uretra y la vejiga para permitir la segunda fase de la micción. Pero durante la fase de llenado, la continencia dependerá en mayor medida del tono muscular del esfínter externo y de la pared vesical (responsable de su capacidad elástica).
La incontinencia urinaria puede producirse por traumatismos que produzcan lesiones pélvicas, lesiones neurológicas, esfuerzo o el efecto de algunos medicamentos que pueden afectar al funcionamiento uretral, o a la falta de capacidad física o psicológica para reconocer el deseo de orinar; pero también, y es un factor que podemos cambiar con el entrenamiento adecuado, por la disfuncionalidad de la musculatura pélvica.