Volvemos de vacaciones y… ¡queremos dar un nuevo aire a nuestra vida!: buscar un trabajo mejor, apuntarnos al gimnasio, hacer un curso o un máster, ponernos a dieta, dejar de fumar… Igual que la Navidad, el verano nos hizo reflexionar sobre nosotras y nuestra vida, sobre las cosas que nos ayudarían a tener una vida más plena o más satisfactoria. Las obligaciones, la rutina y a veces la comodidad, pueden arrastrarnos a una vida que no nos gusta, favoreciendo la aparición de problemas de ansiedad y depresión.

Siempre es un buen momento para tratar de ser más felices, ¿no? Lo importante es invertir bien nuestros esfuerzos para que den frutos y no nos dejen sabor a frustración.

Lo primero será echar una vista por encima a nuestra vida: qué nos gusta, qué nos desagrada, y qué nos gustaría cambiar; El objetivo es replantearnos nuestros objetivos y metas y encaminarnos hacia ellos.

A veces los cambios nos asustan porque planteamos objetivos casi inalcanzables. Habrá que ser realistas; si nos marcamos objetivos menores pero asequibles, nos sentiremos más satisfechos que si no cambiamos nada. También podemos plantear objetivos intermedios más fáciles de conseguir; poco a poco nos acercaremos a nuestro ideal y evitaremos sentimientos derrotistas o de frustración. Y por supuesto, la creatividad es fundamental: si “todos los caminos llevan a Roma”, habrá que buscar esas sendas alternativas, que nos proporcionaran una mejora de bienestar.

Otras veces, los cambios suponen tanto esfuerzo, que no nos sentimos capaces de lograrlos. Puede que necesitemos ayuda externa (profesionales, amigos, familia,…), eso no nos tiene que detener, al contrario; lo importante es esforzarnos por mejorar nuestra vida, pues eso, en sí mismo, ya resulta satisfactorio y enriquecedor.

Si el cambio viene dado porque algo nos desagrada, es muy importante valorar en profundidad el porqué del desagrado y el sentido que queremos darle a esa transformación. La solución no será la misma si la causa está en mí – por ejemplo, me tomo muy a pecho las cosas que me dicen – o si está en otros – por ejemplo, mi jefe tiene muy malas formas. Puede resultarnos complicado especificar tanto, pero así tendremos el problema claramente delimitado y podremos abrir un amplio abanico de opciones entre las que encontrar la más sencilla y adecuada. Una vez, la creatividad nos ayudará; incluso las situaciones que resultan más inamovibles pueden vivirse de manera diferente, el reto es descubrirla.

Una vez fijado nuestro objetivo, con creatividad y realismo, no nos olvidemos de valorar los pros y los contras que todo cambio conlleva. Esto nos evitará decisiones impulsivas y decepciones al no encontrar una situación idílica como resultado. El realismo también nos debe llevar a no querer cambiar todo de golpe; los frentes hay que abrirlos de uno en uno.

Si después de todo este análisis, sigues pensando que te vendría bien un cambio, ¡ponte en marcha! Importante: traza un plan de acción, con espacio para los imprevistos. Si, puede parecer exagerado y demasiado formal, pero nos ayudará a marcarnos tiempos, a establecer prioridades y orden en los pasos intermedios, a motivarnos en momentos más bajos, a anticipar las dificultades y a facilitar que lleguemos a la meta.

¿A alguien le gustaría compartir su experiencia? Os animo a ello.

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