El 28 de mayo de 1987 fue declarado “Día Internacional de Acción por la Salud de la Mujer” en la reunión de integrantes de la Red Mundial de Mujeres por los Derechos Sexuales y Reproductivos que tuvo lugar en Costa Rica en mayo de 1987. Se trataba, por entonces, de poner freno a la increíble cantidad de mujeres que morían en el parto o por complicaciones relacionadas con el embarazo.

Desde entonces, veinticinco años después, las cosas desgraciadamente no han cambiado tanto. Se da la doble circunstancia de que los problemas relacionados con la salud reproductiva y sexual son casi siempre considerados secundarios y que, precisamente, afectan específicamente a las mujeres.

Actividades, discursos y apariciones públicas un día al año no son gestos suficientes por parte de las autoridades para evitar la imparable degradación que los servicios específicos de ayuda a la población femenina están sufriendo en todas partes desde el comienzo de la crisis económica.

Cuestiones culturales, económicas y medioambientales han contribuido a la percepción de los problemas específicos en la salud de la mujer como secundarios, provocando que sean las partidas destinadas a su prevención y cuidado de las primeras en desaparecer. Una percepción del todo miope, puesto que es precisamente la población femenina la protagonista de la reactivación económica en muchos países en vías de desarrollo.

Tema diferente es la situación de la mujer en los países del llamado primer mundo, que se encuentra en estos momentos rodeada de grandes interrogantes a causa de la crisis económica. Días como el 28 de mayo han de recordarnos que todo lo tan costosamente logrado puede desvanecerse de la noche a la mañana, y que nuestra salud, además de ser fundamental para el mantenimiento de una sociedad cohesionada, es un derecho al que no podemos renunciar. Por el bien de todos.