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Cuidar la ortografía

Con cada vez más medios de comunicarnos a nuestro alcance, parece que la expresión, oral o escrita, debería encontrarse en su punto álgido. Sin embargo, y pese a que afortunadamente el analfabetismo funcional casi ha desaparecido en nuestro entorno más próximo, parece ser que el idioma está sufriendo un proceso de deterioro cuya consecuencia inmediata es la pobreza de vocabulario y una pésima ortografía.

Las normas de ortografía, por aleatorias y pesadas que resulten a los profanos, están ahí por una razón. Permiten delimitar conceptos, evitar ambigüedades y enriquecen nuestro acervo cultural. No son banales: si bien es cierto que podríamos entender el significado de una frase mal escrita o redactada, también lo es que el subtexto, el mensaje a nivel inconsciente que percibimos al margen de las palabras que lo componen, es muy diferente, pues nos habla del nivel socio-cultural del emisor, mediatizándonos a nuestro pesar.

En el ámbito laboral, la ortografía pasa de ser una conveniencia intelectual a convertirse en una herramienta imprescindible. Cuando nos presentamos a una entrevista de trabajo, vamos bien vestidas, peinadas y limpísimas. No se nos ocurriría aparecer con ropa de casa, despeinadas o mal maquilladas, ¿verdad? Con la carta de presentación y el curriculum vitae ocurre lo mismo: la ortografía sería la más elemental higiene. De la misma manera que la suciedad habla mal de tu capacidad, una mala ortografía habla mal de tu pulcritud y del ánimo con el que te presentas al puesto.

Por ello, merece la pena tomarse un tiempo antes de escribir en aprender las normas, y después en revisarlo conforme a éstas. No te fíes de los correctores automáticos de los editores de texto, ya que no son capaces de diferenciar palabras que al oído nos suenan igual pero que escritas de una u otra manera poseen significados muy diferentes (haya, halla o aya, por ejemplo). Ante la duda, consulta con el diccionario. En Internet tienes acceso a todo el conocimiento lingüístico acumulado, ¡úsalo!

Por último, mi consejo si deseas mejorar la ortografía es que leas. Algo tan sencillo puede significar una gran diferencia, no sólo en tu ortografía, sino en tu vida, si lo conviertes en un hábito. Eso sí, cuidado con lo que lees. Hoy en día los medios de comunicación han prescindido de aquella notable figura del corrector, con lo que no es de extrañar encontrar numerosos gazapos que las prisas o el desconocimiento hacen llegar al papel o a la pantalla.

Te propongo un juego: trata de encontrar esos errores involuntarios en cuanto lees. ¡Comienza por esta misma página y cuéntanos!

Imagen| Bigstockphoto

 

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