Vivir
con incontinencia

Solo una sonrisa

Dicen de ella que “no hay nadie tan rico que no la necesite ni tan pobre que no la pueda dar” y que “enriquece a quien la recibe sin empobrecer a quien la da”. Yo añadiría que es la mejor de las llaves, la carta de recomendación más infalible y el maquillaje más sofisticado. Una sencilla sonrisa, sincera y feliz, es siempre tu mejor arma. E incluso aunque no te sientas con ánimos de esbozarla, esfuérzate por lanzar una sonrisa al mundo: te hará bien.

Sonreímos desde el útero materno. Sonreímos de manera inconsciente, pero también de manera voluntaria, como forma de agradar a los demás. Además, cuando sonreímos, activamos ciertos mecanismos subconscientes que hacen que nuestro cerebro segregue endorfinas, la hormona del bienestar. Así, aunque nos sintamos tristes o decaídas, no debemos dejar de sonreír: notaremos cómo poco a poco nos distanciamos de nuestros problemas, el cielo se despeja y todo se ve un poquitín mejor. ¿Por qué no haces la prueba?

La sonrisa predispone a nuestro favor. Pongamos un ejemplo: tropiezas con alguien por la calle. Esta persona frunce el ceño y se enfada: ha sido un accidente, no debería hacerlo. Te indignas. El resto del trayecto lo haces malhumorada. Ahora imagina la misma escena. La otra persona te sonríe, quitándole importancia al tropezón. Tú le devuelves la sonrisa. Probablemente continuéis los dos vuestro camino entre risitas avergonzadas. Lo que en el primer caso es un fastidio, en el segundo puede convertirse hasta en una simpática anécdota.

Pongamos otro ejemplo: hay un control policial y te piden la documentación. El agente obra bruscamente, con mucha seriedad. Probablemente te agobies, que es lo que se busca: mantener la autoridad siendo severo. Ahora bien, si en la misma escena el agente se dirige a ti con amabilidad y una bonita sonrisa, ¿no sería la escena muy diferente? ¿No te sentirías más inclinada a facilitarle la labor?

Ahora vamos a hacer un pequeño experimento. Quiero que, la próxima vez que te tropieces con alguien, o te encuentres con ese dependiente tan huraño, les dirijas la mejor de tus sonrisas. No importa si al principio te sientes extraña, o si de entrada te parece que no va a cambiar nada. Tú hazlo. Y cuéntanos tu experiencia.

Imagen| Bigstockphoto

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