Nos venden el ocio como la gran necesidad humana. Ocio, siempre trivial, frívolo y olvidable y, por supuesto, siempre pagado, de una u otra manera. Ocio pasivo, en el que nos limitamos a devorar cuantos estímulos nos otorgan los productores de los mismos, somos meros receptores de lo que quieran entregarnos. ¿Es eso realmente a lo que deberíamos aspirar?

El tiempo de ocio debería ser aquel que dedicáramos a hacer aquello que más nos llenase. ¿No es lo mismo? De ninguna manera. El matiz está en la palabra “hacer”. Por eso lo vamos a diferenciar del anterior llamándolo “ocupación”. En nuestro tiempo de ocio deberíamos estar ocupados.

Todas necesitamos un poquito del primer ocio. Hay que desconectar del día a día, poner durante un ratito la mente en blanco, dejarse llevar… Las personas sujetas a trabajos pesados y mal pagados, estresantes y monótonos pueden necesitar una mayor cantidad de ese ocio. Pero incluso aquél que más deteste su medio de sustento se aburriría si se viese condenado a ese “no hacer nada” eternamente, ¿no? Pues es precisamente esto a lo que pretendemos condenar a las personas que se jubilan.

Debemos olvidar desde ya ese concepto tan falso de la vejez dedicada al “ocio”. Esto es una forma sutil de discriminación ya que, si una persona es capaz perfectamente de ocupar sus días haciendo algo, ¿por qué se va a dedicar a no hacer nada? Si en lugar de un jubilado habláramos de un joven rentista, ¿no lo criticaríamos por no dedicarse a algo de provecho? Y no se trata de realizar un trabajo remunerado, sino, simple y llanamente, de hacer algo.

Por eso, si en tu entorno compruebas que una persona mayor pasa los días sentada frente al televisor, devorando lo que le echen sin más diversión, preocúpate. Ayúdale a buscar algo que hacer. Seguro que existen miles de hobbies que le permitan tener una vida más activa y feliz. Que lo mantengan ocupado. Si eres tú la que se ha jubilado y no se te había ocurrido pensarlo, no lo dejes para más adelante. Investiga en tu propio pasado, busca aquel deseo oculto desde tu infancia, ese anhelo que mantuviste escondido en espera de mejor ocasión… y déjalo salir. ¿Música, plantas, manualidades, viajes, deportes, idiomas, estudios, arte…? Ahora que tienes todo el tiempo del mundo, no lo pierdas en tiempo de ocio: ¡ocúpate! Ya llegará el tiempo para el ocio, si te queda tiempo para ello.

Imagen| Bigstockphoto