La semana pasada cené con mis amigas más antiguas, las del colegio, en mi casa. Cuando acabamos el postre nos sentamos en el sofá y estuvimos repasando los viejos álbumes de fotos en los que aparecíamos todas mucho más jóvenes al principio de nuestra adolescencia.
«¿Qué habrá sido de María? ¿Seguirán juntos Emilio y Almudena? ¡La semana pasada me encontré por la calle con Alberto!», íbamos saltando de tema en tema repasando los sitios que habíamos visitado y la gente que habíamos conocido acompañadas por unas imágenes que teníamos olvidadas.
Uno de los temas que salió en la conversación es cómo ha cambiado nuestra actitud hacia la fotografía desde que no tenemos que ir a la tienda a revelarlas. Todas coincidimos en que las nuevas cámaras han eliminado la tensa espera desde que llevas el carrete hasta que lo recoges un tiempo después y ves el resultado de los disparos que hiciste tal vez meses antes.
En cambio ahora podemos elegir la pose que más nos guste en el mismo momento de realizar la fotografía, ¡y la verdad es que salimos todas estupendas! Tal vez las nuevas tecnologías nos hayan quitado esos momentos de incertidumbre desde que haces la foto hasta que la tienes entre tus manos, pero lo que seguro que no nos van a quitar son las ganas de revivir viejos recuerdos, sobre todo si son felices.
Imagen | Blomstrom