Olor a vino no suele ser plato de buen gusto. Cuando durante una cena o una fiesta se nos acerca alguien que huelo a vino tendemos a poner mala cara y a intentar salir de ahí. Pero si acercamos nuestra nariz a una copa de vino los aromas que desprende nos harán realizar un viaje interior que puede llevarnos a recorrer praderas, a grandes viñedos bajo el sol, a una pequeña e íntima bodega o a la más pura naturaleza a través de los aromas frutales y florales.

Hace tiempo que el olor a vino no es solo una característica negativa, mientras se trate de un olor moderado es todo un placer que poder disfrutar a diario. Basta con recordar lo bien que nos sentimos cuando llegamos cansadas a casa y nos espera una botella fresca de nuestro vino favorito. Sea blanco, rosado o tinto tenemos nuestra copa favorita en la que servirlo, lentamente, disfrutando del momento y también tenemos nuestra forma de tomarlo, sentadas relajadamente en un espacio tranquilo y cómodo… Pero hace ya tiempo que el aroma del vino no sale exclusivamente de sus botellas, lo hace también de los frascos de perfume.

El aroma a vino se ha sumado a las cartas de diferentes perfumerías que lo incorporan como un atractivo a sus perfumes, perfumes nacidos de la propia uva que en ocasiones se presentan también como un líquido rojo. Hace tiempo que el vino se ha instalado en los tratamientos estéticos y de relax a través de la vinoterapia, un tratamiento en el que el vino se aplica directamente en la piel para que esta absorba sus propiedades antioxidantes y la hidraten y tonifiquen.

Así la creatividad en el mundo de los olores se une también a la gastronomía y la cultura maridando el vino con la belleza.